Cuando
el miedo, la alegría, la tristeza, el enfado, el asco y la sorpresa alcanzan
una alta intensidad, surgen las correspondientes cargas emocionales: terror, euforia, depresión, ira, intolerancia
y obnubilación, respectivamente. No puedo tomar decisiones desde la carga
emocional. Tampoco pedir cosas a alguien con carga emocional. Antes de tomar
decisiones o de relacionarme con otros, tengo que descargarme emocionalmente. La
emoción produce que yo misma construya mis propios sentimientos, ya que éstos no
me los provoca nadie. Puedo sentir lo que quiera. Para ello pongo el foco en el
pensamiento que adhiero a la emoción que en ese momento estoy sintiendo. Así,
cambiando mi pensamiento, cambiaré lo que siento. Entramos en lo que se
denomina la regulación emocional que cuenta con cuatro elementos claves:
mente, comunicación, cuerpo y acción. Me voy a centrar en el primero (la mente)
y en una de sus variadas estrategias: el Mindfulness.
Mindfulness
significa “atención plena”. Es una técnica a través de la cual entrenas tu
capacidad para traer tu mente y tu atención al momento presente, sin juzgar lo
que ocurre. Y eso lo haces dirigiendo la atención a tu respiración. Cierra los
ojos. Percibe cómo inspiras y expiras. La intensidad emocional va bajando. Esto
atraerá la calma que necesitas y tendrás mayor capacidad para decidir. También
sirve para gestionar el estrés, que es la respuesta fisiológica del cuerpo ante
una amenaza y cuya respuesta es la ansiedad.
“La
calidad de tu vida está determinada por la calidad de tus pensamientos” (Robin
Sharma).
Eva Sánchez / Proyecto
e-mola
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